Cuando llegué hasta la sierra, hasta ese lugar de Colombia en donde se perdieron pera siempre sus ruinas - ella: mujer de mis sueños –, noté que la hormiga, la mosca, la larva, la selva, el lobo y el mico, la mariposa y el cielo ya se habían comido sus ojos, seguramente los labios, la boca. La belleza; pensé: ¿Dónde estará hoy su belleza de antes? ¿Dónde? Pensé pero no dije nada.
Su madre gritaba; gruñía mejor. Entonces creí que el dolor y la pena, que la ausencia sucinta de voz, ya le habían preparado, señora longeva y de alma dormida, para lograr enfrentar de manera mejor la afrenta del trágico sino, ¿acaso no el asunto primero del tiempo también?, ojala con cierto decoro, ojala con algo de entereza y cordura.
Igual, todo allí estuvo presupuestado en las prácticas. La búsqueda de la actriz, y de los demás pasajeros, debía concluir con el ahogo y el llanto, puntualmente con la madre anestesiada para siempre. Pensé: “El fin es un asunto perenne”. Pensé, pero no dije nada.La noticia voló como pólvora. Los noticieros de televisión y los periódicos ventilaron el tema todos los días, todos los días por un par de semanas. “El avión y la estrella fueron hallados; no hubo sobrevivientes” fue así el titular del diario el día de ayer…
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